“No me digas que no soy de aquí aunque hable distinto”

El alma inmigrante que late en Almería.

En las calles de Almería resuenan acentos que llegaron del otro lado del mar, del otro lado de las montañas, del otro lado del mundo. Son voces que, aunque suenen distintas, laten con el mismo amor por esta tierra. Son médicos, ingenieras, periodistas, agricultores, enfermeros, emprendedoras… Son los nuevos vecinos de España, los de hace 30 años, los de ayer y los de siempre. Y en Almería, han echado raíces tan hondas como los olivos que custodian esta tierra de sol.

Caminar por el centro de Almería un día cualquiera es encontrarse con nombres de aquí y de allá, entretejidos en una misma rutina. Como Jamila, pediatra marroquí que hace dos décadas salvó a una recién nacida en el Hospital Torrecárdenas, y hoy comparte meriendas con sus compañeras del centro de salud mientras bromean en almeriense cerrado. O como Andrés, periodista colombiano que dirige un periódico digital con noticias que hablan tanto de Cuevas del Almanzora como de Bogotá.

“Elegí Almería entre mil destinos”, dice Rajiv, ingeniero informático nacido en India, que lleva 15 años en El Ejido. “Aquí encontré sol, trabajo, pero sobre todo gente que me sonrió cuando no entendía ni el cajero. Me ayudaron a encontrar piso. Me invitaron a una paella. Aquí me quedé. Y aquí me quedo”. Más que integración: fusión

Los hijos de esos primeros migrantes ya no distinguen entre un plato de cuscús y una fritura de pescado; juegan en el parque de Las Almadrabillas y hablan en el mismo acento, aunque a veces aún les pregunten: “¿De dónde eres de verdad?”. La respuesta es sencilla: “Soy de aquí. De este barrio. De esta ciudad. De este país.”

Porque la integración no es solo aprender un idioma o respetar una ley. Es llorar cuando pierde la UD Almería. Es participar en la cabalgata de Reyes o en la procesión del Silencio. Es llevar a tu hijo al colegio público y quedarse a hacer tortilla en la fiesta de fin de curso.

Acentos que construyen

“A veces todavía alguien me dice que no soy de aquí porque tengo acento. Pero ¿cómo no voy a ser de aquí, si aquí nacieron mis hijos y aquí enterré a mis padres?”, cuenta Eva, una enfermera argentina que vive en Níjar desde hace 27 años.

Es cierto: algunos acentos nunca se pierden. Y qué bien que no lo hagan. Porque en esas voces que pronuncian las erres distintas, que entonan las eses más suaves o más duras, se esconde algo más que una historia: se esconde un legado. Una forma de enriquecer la provincia, no solo con trabajo, sino con cultura, con valores, con humanidad.

Es cierto: algunos acentos nunca se pierden. Y qué bien que no lo hagan. Porque en esas voces que pronuncian las erres distintas, que entonan las eses más suaves o más duras, se esconde algo más que una historia: se esconde un legado. Una forma de enriquecer la provincia, no solo con trabajo, sino con cultura, con valores, con humanidad.

Los que también construyen Almería

La economía agrícola no funcionaría sin ellos. Los hospitales, las escuelas, la hostelería, la ingeniería, la innovación digital, el arte… todos los sectores de Almería se nutren del talento y la entrega de miles de personas que un día eligieron esta tierra para empezar de nuevo. Y que hoy no solo trabajan aquí, sino que aman esta tierra con la misma fuerza que los nacidos en ella.

Y sí, quizá sus apellidos no suenen como los nuestros. Quizá no celebren la misma Navidad o recen a otro Dios. Pero nadie que trabaje, cuide, respete y construya debería sentirse extranjero.

No me digas que no soy de aquí aunque hable distinto”

Esta frase, que resuena como un poema necesario, debería grabarse en el alma colectiva de España. Porque la identidad no se mide por la lengua perfecta, ni por el lugar de nacimiento, ni por el color de piel. Se mide por la lealtad a la tierra que te acoge. Por cómo cuidas lo que amas.

Y ellos, nuestros vecinos, lo hacen cada día. En silencio, con esfuerzo. Con un cariño que no siempre se les devuelve. Pero que nunca dejan de dar.

Ojalá algún día, al oír un acento distinto, no pensemos en un “otro”, sino en un “España más grande”. Más rico. Más verdadero. Más humano. Teresita De La Parra